Antes de iniciar un viaje en carro, no sólo debemos revisarlo, también debemos saber cómo estamos de ánimo y estar atento a cómo pueden influir las emociones al volante. Las prisas, el estrés, el cansancio que acumulamos a lo largo del año debemos dejarlos aparcados durante cada uno de los trayectos en carro que hagamos.
Conducir con emociones
Conducir es una actividad que despierta muchos y diferentes sentimientos. Normalmente provoca emociones positivas, ya que conducir nos hace sentir satisfechos y capaces e incluso alimenta nuestro ego. Por ello muchos conductores confiesan que conducir les relaja y hasta les pone de buen humor. Esta sensación es un arma de doble filo, porque en ocasiones, sobre todo cuando no nos encontramos bien emocionalmente, la conducción se convierte en un acto que utilizamos para desahogarnos, con el que expresamos nuestro estado de ánimo. Así podemos llegar a dejar salir nuestros impulsos sin control, tomar una actitud agresiva e incluso insultar, con la confianza que nos provoca el estar al mando de un volante.
Ira: enfadado en el carro
Si estás enfadado o alterado, mejor relájate antes de conducir, porque si hay una emoción especialmente peligrosa a la hora de conducir es la ira. La ira te puede llevar a tener conductas peligrosas al volante, al potenciar la agresividad, enemiga número uno de la seguridad vial.
Ansiedad: cuando viajas con estrés
Cierto nivel de estrés o ansiedad puede hacer que estemos más atentos en la conducción y podamos reaccionar ante un imprevisto. Por el contrario un nivel alto nos bloquea para realizar muchas actividades, entre ellas conducir bien. Practicar algunas técnicas de relajación, por ejemplo mediante la respiración, dan muy buen resultado contra la ansiedad.
Miedo: te puede paralizar al volante
El miedo al volante nos hace en ocasiones ser más prudentes. Se despierta en nosotros un cierto temor responsable y protector, algo que puede ser muy positivo para la conducción, sobre todo cuando vamos a realizar largos trayectos o antes de salir de vacaciones. Pero si lo que sentimos es mucho temor y miedo, este fuerte sentimiento podría paralizarnos y hacer nuestra conducción más peligrosa. Si ese es tu caso, es mejor que no cojas el carro por tu seguridad y la de los que van contigo.
Tristeza: con el ánimo bajo
Conducir en un estado de ánimo bajo puede ser peligroso, porque normalmente nuestra mente se centra en lo que nos preocupa y entristece, y dejamos desatendida a la carretera. Ponerse al mando de un carro requiere de nuestros cinco sentidos, por ello nunca salgas con el carro de viaje si tu mente no está totalmente centrada.
Empatía: amables con el resto de los conductores
La empatía es la emoción más básica que debemos tener nada más sentarnos al volante del carro. Cuanto más amables somos, más positivos y más empáticos, mejores conductores. Cuando nos preocupamos por las emociones de los demás, y por su seguridad y bienestar, nos convertimos en conductores más seguros y fiables.
Optimismo: conducir con energía positiva
Ser optimistas nos hace más tolerantes, amables, colaboradores, considerados y empáticos. Tenemos más energía y la proyectamos en una manera de conducir más segura. Por el contrario las personas más competitivas o intolerantes, pesimistas, poco colaboradoras, perfeccionistas, impacientes, etc. suelen tener más accidentes de tráfico y además son sancionadas con
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